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Tertulias Pisqueras

Fray Benito Peñaloza y el origen de las viñas en el Perú.

Por Eduardo Dargent Chamot
Presidente de la Academia Peruana del Pisco

Para conocer los orígenes de la viticultura en el Perú es necesario  dar una mirada a los escritos del fraile benedictino Benito de Peñalosa publicadas en 1529 bajo en nombre de “Las cinco excelencias del español” en las que, según comenta Manuel de Mendiburu en su Diccionario Histórico biográfico:

Trata de la justificación de la conquista de las indias; de lo que poseía el rey en Asia, África y América; de la inmensa riqueza de que gozaban los españoles en esta región; le las minas de oro, plata y azogue; de los daños de las viñas en el Perú, sus remedios y conveniencia que tendría quintar el vino.1



Este curioso personaje en su análisis tan negativo de lo que nosotros consideramos una fortuna, ha dejado, sin embargo, datos valiosos que nos ayudan a reconstruir el pasado de la viticultura nacional.

Fray Benito consideraba que todos los males de las indias eran el resultado de haberse plantado viñas en el Perú y es en esta tesis tan enfático que nada ni nadie se escapa,

1 Mendiburu, Manuel. Diccionario Histórico biográfico. (2da Edic.) Lima, Lib. Imp. Gil. Lima, 1934. Tomo VIII. p. 365.

Según el era culpa de las plantaciones de uvas el que se hubiesen detenido las conquistas ya que era más rentable para los españoles quedarse en sus chacras en lugar de iniciar nuevas aventuras; era a causa de las viñas que no había mano de obra local para las minas; era el trabajo de los viñedos lo que había obligado a traer africanos con su “secuela de enfermedades contagiosas” y finalmente, eran los vinos y aguardientes el imán que atraía a los piratas al Pacífico meridional.2

Allí además de los antojadizos argumentos ya citados, comenta sobre el transporte del vino español a América, los tiempos que demoraba en llegar y los precios que alcanzaba.  Por ejemplo refiriéndose a los precios dice que estos se elevaban por la dificultad del transporte por las distancias y menciona que ya en los tiempos en los que él escribe estos se han reducido notablemente:

De Panamá a Lima, Arica y Chile tardaban un año, ocho y diez meses; y en este tiempo, cuando mucho tres meses, que lo ordinario a Lima es dos meses poco más o menos.

Lo cual repercutía en los precios del vino que se vendía especialmente en el interior del país

Antiguamente valía tan subido precio el vino en Potosí, 100 y 200 patacones una botija y aún apenas se hallaba.

Sobre el trajín de los vinos a Potosí los volúmenes que mencionan parecen imposibles.  En mis estudios sobre los trajines de plata acuñada desde la ceca altoperuano a Arica, había encontrado trenes de hasta 900 llamas, cosa de por si impresionante si se piensa que cada noche deben ser descargadas y vueltas a cargar al amanecer. Peñaloza habla de españoles que trajinan con recuas de  “Cuatro a seis mil carneros de la tierra a Potosí y a otras partes, que lleva cada carnero dos botijas de vino.”

En cuanto a la actitud de los españoles respecto a las tierras vinateras e incluso el oficio de pulperos y taberneros, el fraile comenta que en cuanto a lo primero los conquistadores que se adentran en los Andes, si pronto no encuentran tierras aptas

2.-Herrero, Miguel,  Las Viñas y los Vinos del Perú. Revista de Indias. Año I, N°. 2. 1940.  Madrid. pp. 111-116.
  .- Ibid. p. 112
  .- Ibid.


para sembrar viñas, se vuelven a la costa por esa “golosina de las ganancias fáciles” que gastan en sedas venidas de la China vía Acapulco, costosas telas de Italia y “otra ropa de contrabando”, mientras que los que optan por ser pulperos y taberneros lo hacen por las muchas ganancias aunque, explica, en España no lo harían por vergüenza.

Ingenuamente dice que las incursiones de holandeses e ingleses a los puertos de Arica, Paita o Guayaquil entre otros es “solo por los almacenes de vino que en ellos hayan”.

Un aporte muy valioso es el de la cartografía de las rutas del vino. Considera el fraile que las que se usaban para llevar el vino del Perú a todo el continente podrían igualmente usarse para llevar el español “Que jamás debe faltar en el Perú” y detalla las caminos como en ningún otro documento de la época, así por ejemplo indica que “de Buenos Aires lo llevan a Chile en carretas hasta Mendoza, y pasando dos días de cordillera, hasta Santiago” repitiendo los itinerarios de manera tan precisa que se puede hacer una cartografía gráfica de las rutas del vino del siglo XVI y XVII.

La revisión del mencionado texto de Peñaloza muestra una vez más que las fuentes con las que contamos para el estudio del la producción de vinos y aguardientes es casi inagotable y permite, con ingenio, exigirles siempre nuevas informaciones.

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