Año I. Edición Nº 11.  -  1º de Octubre del 2007      

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Tertulias pisqueras

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¿DONDE SE SIGUE AL PISCO EN LA VIDA DE LOS PERUANOS?

El pisco en los hogares del siglo XX

Pero, el pisco no solamente campeaba en las fiestas de vihuela y de cajón, o en mitad del entrecruzamiento de voces de las tabernas porteñas. Su ingreso a la vida perulera fue rotundo, arraigándose prontamente en lo más entrañable de la cortesía hogareña. Relata Pablo Patrón –medico, historiador, geógrafo y lingüista- que “en el curso del siglo XVIII se acostumbro dar lugar de chocolate, y a las once, queso mantecoso de la sierra, aceitunas de Camaná o de Ilo, rosquillas de manteca y el buen aguardiente de Locumba o de Motocachi”. Se agasajaba, pues, a las visitas con delicadas copas de pisco, con lo cual se estaba labrando ya una costumbre que, andando el tiempo, revelaría tanto el ingenio fértil de la gente costeña, cuanto su predisposición al eufemismo.

               

En efecto, en uno de esos “brochazos y pinceladas” en que era prodigo el ingenio de Manuel Atanasio Fuentes, leemos la confirmación del a noticia dada por Pablo Patrón: “En los tiempos antiguos se agasajaba toda visita según la hora del día; desde el mediodía hasta las cuatro de la tarde, se le obligaba a tomar las once, y en la noche se ofrecía chocolate, bizcochos, etcétera. “ Esa obligación de servirse hay que entenderla como la casi imperiosa necesidad de que toda visita permitiese al anfitrión desplegar los gestos de su cortesía y aprecio. Pero, también hay que reparar que Fuentes ya no habla solamente de la hora en que se hacían ciertos convites, sino del nombre dado al agasajo, que, como repetimos, es una muestra sublime de ingenio y de eufemismo: tomar las once. Y “las once –aclara el citado Fuentes- se componían generalmente de pan, queso, frutas, aceitunas y, sobre todo, de aguardiente; las once letras componentes de esta palabra han servido de nombre honesto a esa comida y excusado la frase poco aristocrática de “vamos a echar un trago”. Siguiendo la línea de las remembranzas del Murciélago –como se motejo al sardónico Fuentes-, nos damos con que el aguardiente era de uva, al que, si se lo produce tal y como debe ser, solamente hay un nombre que darle: pisco. Y anta la alusión, la aguzada estimativa de nuestro autor no escatima elogio a la cristalina bebida: “El aguardiente hecho de uva pura ha dado crédito al valle de Pisco, en que se elabora y ha sido la bebida que se ofrecía siempre en las once”.
Continuara…

Pablo Patrón. Lima antigua. Lima, 1935.
Manuel Atanasio Fuentes. Lima. Apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres. Paris, Firmin Didot Hnos. e Hijos, 1867 (Hay edición facsimilar peruana: Lima, Banco Industrial, 1985).

CRONICAS Y RELACIONES QUE SE REFIEREN AL ORIGEN Y VIRTUDES DEL PISCO, BEBIDA TRADICIONAL Y PATRIMONIO DEL PERU, Banco Latino, Lima Perú 1990.

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