Año II. Edición Nº 14.  -  1º de Enero del 2008    

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Tertulias Pisqueras


De Cuando La Vid Llego a Las Tierras del Perú

La vid: llegada y aclimatación

Sin asomo de duda, el padre Bernabé Cobo afirmaba: “La planta más provechosa y necesaria que los españoles han traído y plantado en este Nuevo Mundo es la vid”;

Y a renglón seguido referiría del Perú: “donde primero se plantaron parras en él y se dieron uvas fue en esta ciudad de Lima, a la cual el primero que trajo y planto la vid fue uno de sus primeros pobladores, llamado Hernando de Montenegro; y el primer año que cogió abundancia de uvas para vender fue el de 1551, y se las puso al licenciado Rodrigo Niño, que a la sazón era fiel ejecutor, a medio peso de oro la libra, que montaba entonces doscientos y veinticinco maravedises. El cual precio pareció tan bajo al dicho Montenegro para la estimación que sé tenia en aquel tiempo de fruta tan nueva y regalada, que, como de agravio manifiesto que se le hacia, apelo a la Real Audiencia”

Esta referencia del padre Cobo contrasta con la que hace Gracilaso de la Vega, quien afirma que la vid llego al Perú traída por el toledano Francisco de Caravantes, “antiguo conquistador de los primeros del Perú”. Las cepas, según refiere fueron de uva prieta, recogidas en las Islas Canarias. Por otra parte informa que el primer vino producido en el Perú fue elaborado en el Cusco, en el año de 1560, en la hacienda Marcahuasi, propiedad de Pedro López de Cazalla. La uva fue pisada en artesa, a falta de lagar. Al decir de Garcilaso, Cazalla fue movido a elaborar el primer vino, mas por “la honra y fama de haber sido el primero que en el Cusco hubiese hecho vino de sus viñas” que por “la codicia de los dineros de la joya” (dos barras de plata de trescientos ducados cada una), “que los Reyes Católicos y el 

Emperador Carlos Quinto había mandado se diese de su real hacienda al primero que en cualquier pueblo de españoles sacase fruto nuevo de España, como trigo, cebada, vino y aceite en cierta cantidad”. Antes de Cazalla se elaboraba un vino “no del todo tinto”, según el decir de Gracilaso, de muy baja calidad y al que se dio el nombre de aloque o aloquillo.
Tal traslado de la viticultura a tierras del Nuevo Mundo, tuvo sus razones. Fue expresión, por un lado, del alto pareció de los españoles por la vid y sus productos, y por otro, de la necesidad de vinos ligada a la liturgia católica. O también, según refiere Gracilaso, “porque las ansias que los españoles tuvieron por ver cosas de su tierra en las Indias han sido tan boscosas y eficaces, que ningún trabajo se les ha hecho grande para dejar de intentar el efecto de su deseo”. Así durante las etapas iniciales de su expansión por tierras del nuevo continente, España estimulo la siembra de la a vid en sus colonias, tal como lo indica una ordenanza del año 1522, promulgada por la Casa de Contratación de Sevilla, y en la cual se manda “que todos los barcos que salgan hacia el Nuevo Mundo, deberán llevar cepas”.

La vid como que germino en tierra propicia, y fue tan exitosa su suerte que muy pronto su cultivo se extendió por casi toda la superficie del virreinato del Perú, Especialmente en ICA y Moquegua, donde se la cultivo en gran escala, convirtiéndose tales zonas en los más importantes centros de producción vitivinícola del país.

En la Crónica del Perú, publicada en 1553 y que puede ser considerada como la más antigua fuente que informa acerca de la producción de vid en el país, su autor, el soldado Pedro de Cieza de León refiere que vio viñas en San Miguel de Piura, Pacasmayo, Santa, Chincha y León de Huanuco; las parras, según dice, se aclimataron tan bien que por todo lugar propicio se las encontraba y que por todo poblado donde hubiera españoles existían cultivos de vid.

Según testimonios de época, a mediados del siglo XVII la viticultura no solo estaba muy difundida, sino que ya se cosechaba gran variedad de uvas: Mollar, albilla, moscatel, blanca, negra y, como informa Cobo, “otras dos o tres diferencias de ellas”.

Cobo da cuenta también del éxito y extensión de la vid en el Nuevo Mundo: “ha cumplido ya esta planta por todas las Indias, y principalmente por este reino (del Perú), de manera que en muchas partes hay grandes pagos de viñas, y algunas tan cuantiosas que dan de quince a veinte mil arrobas de mosto; y de solo el vino que se coge en el corregimiento de ICA, que es de la diócesis de esta ciudad de Lima, salen cada año cargados de los mas de cien navíos para otras provincias, así de este reino como fuera de el”.

La obvia competencia que esta alta producción de vid y de vino hacia al comercio español, motivo que Felipe II prohibiera, en 1614, la entrada de vinos peruanos a Panamá y Guatemala. No existen evidencias de un puntual cumplimiento de tal prohibición, pero si de las gestiones del afamado provincial jesuita Diego Torres Bollo quien logro que el soberano español derogase esa ordenanza. Las razones a las que apelo el padre Torres Bollo fueron mas que convincentes: el envió de vinos españoles a través del atlántico resultaba sumamente oneroso para la Corona, las colonias americanas y la Iglesia; por lo tanto estaba plenamente justificada la producción de vid y de vinos en estas comarcas.

Continuara...

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Bernabé Cobo Historia del Nuevo Mundo
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